Hoy queremos hablarte del principio del amor como probablemente no te lo habías planteado y es que todos estamos acostumbrados a ver el amor desde un aspecto de dar y recibir, la mayoría del tiempo como un intercambio pero la realidad es que el amor más puro se da cuando es incondicional pero ¿cómo podemos aterrizar esto a nuestra vida diaria? Este es el ejemplo que nos dio un maestro:
Piensa en tu relación de pareja o en cualquier relación personal cercana, puede ser incluso de trabajo. Ahora te pregunto ¿por qué lo(a) quieres?
Y lo que normalmente se nos viene a la mente (pues así estamos condicionados a pensar) es en todos los atributos que esa persona, trabajo, etc tiene y nos da y por consecuencia lo bien que nos hace sentir. Por ejemplo: “yo quiero a mi esposo porque es cariñoso, detallista, me cuida, etc. ¿cierto?
Ahora bien…
Piensa en un bebé. ¿Por qué lo quieres? Un bebé no llama por teléfono, no pregunta cómo estás, no prepara tu comida favorita ni compra esos tickets para el concierto al que tanto esperas ir, entonces ¿realmente por qué sentimos ese amor desbordante por un bebé? Porque lo creamos a partir de las acciones, cuidados y dedicación que ponemos en él para que esté bien. (aplica con todo)
En conclusión… el amor no depende de lo que otra persona haga por nosotros o de los beneficios que una situación nos otorgue sino de cuánto interés y energía ponemos nosotros para el bienestar y crecimiento de esa persona o proyecto.
En el principio de la espiritualidad debemos entender que todo parte de nosotros y depende de nuestras propias acciones, pensamientos y palabras. El entorno y realidad que vamos a crear dependerá de nuestro nivel de conciencia, el cual se eleva, entre otras cosas, cuando asumimos la responsabilidad de todo lo que pasa en nuestra vida siendo los protagonistas de ésta.
Por María Fernanda Cisneros
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